Tina la Tortuga Aprende a Compartir y Esperar su Turno
Por Bill Conley
La Moraleja del Cuento:
No siempre tienes que tener lo que otro está usando. Compartir significa dar a
los demás una oportunidad, tal como a ti te gustaría tenerla. Esperar tu turno
demuestra amabilidad, paciencia y comprensión. Las mejores amistades se
construyen al tomar turnos, no al tomar cosas.
En los soleados prados de la Colina
del Sauce vivía una dulce tortuguita llamada Tina. Tina tenía un caparazón brillante,
ojos curiosos y una risita que sonaba como campanillas en el viento.
A Tina le encantaba jugar con sus
amigos—Daisy la Patita, Freddy el Zorro y Bella la Conejita. Hacían todo
juntos: colorear, cavar en la caja de arena y andar en scooters por el camino
detrás del estanque.
Pero Tina tenía un pequeño problema.
Siempre quería lo que otro estaba
usando.
Una mañana soleada, los amigos se
reunieron bajo el gran roble con una caja enorme de crayones.
“¡Oh! ¡Quiero el morado!” gritó
Tina, lanzándose hacia el crayón que tenía Bella.
“Pero lo estoy usando ahora mismo,”
dijo Bella amablemente. “Puedes usarlo después.”
Tina frunció el ceño. “¡Pero lo
quiero ahora!”
“Hay toda una caja llena de
colores,” dijo Freddy, levantando el rojo y el azul. “Puedes empezar con uno de
estos.”
Pero Tina cruzó los brazos y se puso
a hacer pucheros. “No quiero rojo ni azul. Quiero lo que tiene Bella.”
Bella respiró hondo. “Tina, terminaré
en un minuto. Si todos agarramos lo mismo, nadie lo disfruta.”
Tina se sentó, resoplando, pero
Bella siguió coloreando. ¿Y sabes qué? Dos minutos después, Bella sonrió y
dijo, “Está bien, Tina. Tu turno con el morado.”
Tina parpadeó. “¿En serio?”
“Claro que sí,” dijo Bella con
amabilidad. “Esperaste. Eso fue muy paciente de tu parte.”
Tina sonrió y empezó a colorear. Se
dio cuenta de que el dibujo se veía aún mejor porque usó primero el rojo, el
naranja y el amarillo, y el morado al final.
Más tarde ese día, los amigos se
fueron a la caja de arena.
Freddy tenía la pala verde grande—la
más grande de todas. Y Tina inmediatamente la quiso también.
“¿Puedo tenerla?” preguntó.
“Acabo de empezar a cavar mi túnel,”
dijo Freddy. “Pero cuando termine, es tuya.”
Tina casi la agarró de todos modos,
pero se detuvo. Recordó lo que dijo Bella.
En vez de hacer un berrinche, tomó
la palita azul y empezó a hacer un castillo de arena con forma de tortuga.
Freddy miró de reojo. “Ese castillo
está genial.”
“Gracias,” dijo Tina. “Pensé en
hacer esto mientras esperaba.”
Unos minutos después, Freddy le tocó
el caparazón. “Aquí tienes. Tu turno.”
Los ojos de Tina se iluminaron.
“¡Gracias, Freddy!”
Tina empezaba a entender cómo
funcionaba.
Al día siguiente, todos andaban en
scooters detrás del estanque. Había cuatro scooters, pero uno era rosa
brillante y relucía bajo el sol. Naturalmente, Bella lo tomó primero.
“¡Quiero el rosa!” dijo Tina.
“Puedes usar el mío después de mí,”
respondió Bella. “Todos tomaremos turnos.”
“Pero no me gusta este,” dijo Tina,
señalando el azul simple.
“¡Igual va rápido!” dijo Daisy.
“¡Hagamos una carrera!”
Tina hizo un puchero, pero al final
se subió al azul. ¿Y adivina qué?
Ganó la carrera.
Se olvidó por completo del
rosa—hasta que Bella gritó, “¡Tina, ahora es tu turno!”
Tina se sorprendió tanto que ya
había olvidado que estaba esperando. Y ahí fue cuando algo cambió.
Miró a sus amigos. Nadie gritaba.
Nadie arrebataba. Todos sonreían y reían.
Porque todos tomaban turnos.
Esa noche, la mamá de Tina la arropó
en la cama.
“¿Cómo fue tu día, cariño?”
“Bien,” dijo Tina. “Quería el crayón
morado, la pala grande y el scooter brillante. Pero esperé.”
Mamá sonrió. “¿Y cómo te sentiste?”
“Bastante bien, en realidad,” dijo
Tina. “Igual me tocó mi turno. Y mientras esperaba, me divertí con otras cosas.
No es el fin del mundo si no obtengo lo que quiero de inmediato.”
Su mamá le dio un beso en la frente.
“Eso se llama madurar.”
Tina sonrió. “Creo que me gusta eso
de madurar.”
Y desde ese día, cada vez que Tina
veía a alguien con algo que le gustaba, no lo agarraba ni gritaba ni hacía
pucheros. Sonreía, esperaba su turno, y encontraba algo más divertido mientras
tanto.
Porque Tina la Tortuga había
aprendido una lección muy importante:
Compartir no se trata de quién lo
tiene primero. Se trata de asegurarse de que todos tengan un turno.
Poema de la Moraleja del Cuento:
Compartir y esperar es de bondad,
muestra amor y generosidad.
No necesitas todo ya, sin pensar—
tu turno llegará si sabes esperar.
Preguntas para Hablar con un Padre o
Cuidador:
1.
¿Por qué es importante que un niño
espere su turno en vez de arrebatar lo que otro está usando?
2.
¿Cómo crees que se sintió Tina cuando
esperó con paciencia y aún así tuvo su turno?
3.
¿Pueden tú y tu padre o cuidador
recordar una vez que compartieron o esperaron y eso hizo feliz a alguien más?
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