Frankie el Zorro y la Sorpresa del
Día del Padre
Los papás nos enseñan, nos protegen,
nos guían y nos aman de maneras que nos ayudan a crecer fuertes y seguros.
Por Bill Conley
Moraleja de la historia:
El Día del Padre es un momento especial para celebrar a los papás y el papel
que desempeñan en nuestras vidas. Los papás nos enseñan, nos protegen, nos
guían y nos aman de maneras que nos ayudan a crecer fuertes y seguros. Decir
“gracias” y mostrar aprecio hace que los papás se sientan valorados y
reconocidos. Incluso el gesto más pequeño—como un abrazo, una tarjeta hecha a
mano o ayudar con una tarea—puede hacer que el Día del Padre sea inolvidable.
En los bosques sombreados de Maple
Hollow, un pequeño zorro astuto llamado Frankie se despertó con el
sol brillando a través de los árboles.
Se estiró, bostezó y caminó hasta la
sala principal de la madriguera, donde su mamá estaba atando una cinta
alrededor de una pequeña caja de madera.
—¿Para qué es eso? —preguntó
Frankie, moviendo la nariz.
Su mamá sonrió. —Es para tu papá.
Hoy es el Día del Padre.
Frankie parpadeó. —¿Día del Padre?
¿Como… un cumpleaños para los papás?
—Algo así —dijo ella—. Es un día
para celebrar lo especiales que son los papás y todo lo que hacen por nosotros.
Frankie inclinó la cabeza. —Pero,
¿qué hacen realmente los papás?
Su mamá soltó una risita. —¿Por qué
no das un paseo y piensas en todas las maneras en que tu papá te ayuda? Tal vez
entonces entiendas por qué lo honramos hoy.
Así que Frankie salió trotando,
curioso por este día al que nunca le había prestado mucha atención.
Pasó junto al río, donde Benny el
Castor estaba construyendo una nueva represa.
—¡Hola Benny! ¿Sabes qué día es hoy?
—preguntó Frankie.
—¡Claro que sí! —respondió Benny,
limpiándose las patas—. Es el Día del Padre. Le regalé a mi papá un nuevo
cincel para tallar madera.
Frankie pensó un momento. —¿Qué hace
especial a tu papá?
Benny sonrió. —Me enseñó a construir
represas fuertes, a cortar la madera correctamente y a mantenerme seguro cerca
del agua profunda.
Frankie asintió. —Eso suena genial.
Más adelante en el sendero, se
encontró con Lucy la Mariquita sentada sobre una margarita.
—¡Hola Lucy! ¿Qué haces?
—Acabo de dejarle una tarjeta a mi
papá en su hoja —dijo ella—. Siempre me cuenta cuentos antes de dormir y me da
los mejores consejos cuando estoy preocupada.
Las orejas de Frankie se alzaron.
—¿Entonces los papás también enseñan y consuelan?
Lucy asintió. —Sí. Y nos hacen
sentir seguros.
Frankie siguió caminando, pensando
en lo que hacía su propio papá.
Su papá, Freddie el Zorro, siempre
lo ayudaba con la tarea, le enseñaba a trepar árboles de forma segura y lo
arropaba por la noche con un chiste gracioso.
Recordó la vez que arreglaron juntos
un puente tambaleante… o cómo su papá se sentaba con él cuando le daba miedo la
tormenta.
Frankie se detuvo.
—Los papás hacen mucho más de lo que
pensé —susurró.
Corrió de regreso a casa tan rápido
como sus patas se lo permitieron.
Su mamá estaba justo terminando el
desayuno.
—¡Mamá! —jadeó Frankie—. ¡Yo también
quiero hacer algo especial para papá!
Ella sonrió. —¿Qué tienes en mente?
Frankie pensó intensamente. —Quiero
darle algo que diga “gracias por todo”. Pero… no tengo dinero ni regalos
grandes.
—No necesitas dinero —dijo ella—.
Los mejores regalos vienen del corazón.
Así que Frankie tomó su palo
favorito y comenzó a escribir una tarjeta en una hoja grande.
Escribió:
¡Feliz Día del Padre, papá!
Gracias por hacerme reír,
por enseñarme a trepar,
y por estar siempre ahí.
¡Te quiero muchísimo!
Luego recogió flores silvestres,
apiló piedras lisas y creó un pequeño sendero de sorpresas que conducía desde
la madriguera hasta un claro soleado bajo los árboles.
Allí colocó la tarjeta de hoja con
las flores al lado.
Incluso recogió algunas bayas—el
bocadillo favorito de su papá—y las puso en un pequeño cuenco.
Cuando su papá despertó, Frankie lo
tomó de la pata.
—¡Ven conmigo! Hice algo para ti.
Freddie el Zorro lo siguió,
bostezando con curiosidad, y cuando dobló la esquina y vio la sorpresa, abrió
los ojos de par en par.
—¿Tú hiciste todo esto?
Frankie asintió. —Feliz Día del
Padre, papá. Solo quería decirte gracias… por todo.
Freddie se arrodilló y envolvió a su
hijo en un gran y cálido abrazo.
—Esto significa más para mí que
cualquier cosa, Frankie.
La cola de Frankie se movía con
alegría.
Se sentaron en el claro soleado,
comiendo bayas y hablando sobre sus recuerdos favoritos juntos.
Frankie preguntó: —¿Qué es lo mejor
de ser papá?
Freddie sonrió. —Ver cómo creces en
alguien amable, curioso y con un gran corazón.
Frankie sonrió. —Bueno, no podría
hacerlo sin ti.
Esa noche, mientras las estrellas
brillaban sobre los árboles, Frankie se acurrucó junto a su papá en la
madriguera.
—¿Papá? —susurró somnoliento.
—¿Sí, campeón?
—Creo que siempre voy a celebrar el
Día del Padre. Porque hoy vi cuán afortunado soy de tenerte.
Freddie acarició suavemente la
cabeza de su hijo. —Y yo soy afortunado de tenerte a ti, Frankie.
Desde ese año, Frankie convirtió el
Día del Padre en una tradición.
Un año fue un desayuno de bayas, al
siguiente una canción que él mismo compuso.
Y cada vez, su papá sonreía con
lágrimas en los ojos—no por lo grandes que eran los regalos, sino por el amor
que llevaban dentro.
Poema Final de la Historia:
Él enseña, escucha, juega y ríe,
te guía mientras tu vida sigue.
Con su amor firme como un roble,
dale las gracias este Día del Padre.
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