Thursday, June 12, 2025

Gracie la Cabrita Aprende a Escuchar a la Primera - Una Historia para Niños

Gracie la Cabrita Aprende a Escuchar a la Primera

Por Bill Conley

Moral de la Historia:
Escuchar a la primera demuestra respeto hacia quienes se preocupan por nosotros y tratan de ayudarnos. Cuando ignoramos las instrucciones o esperamos a que nos lo digan dos veces, causamos frustración, demoras e incluso peligro. La obediencia no se trata de control, sino de confianza, seguridad y amabilidad. Cuando escuchamos, respetamos y respondemos a la primera, demostramos madurez, crecemos en carácter y nos volvemos personas en quienes otros pueden confiar.

En las soleadas colinas de Arroyo Trébol vivía una cabrita vivaz llamada Gracie.

Gracie tenía un rizo en la frente entre sus cuernos, patas saltarinas que adoraban brincar y una naricita que siempre se metía en problemas.

Era lista. Era fuerte. Era dulce.

Pero tenía un gran problema: no escuchaba a la primera.

—¡Gracie, entra a cenar! —llamaba su mamá.

—¡Ya voy! —respondía Gracie... diez minutos después.

—¡Gracie, no saltes sobre esa cerca! —advertía su papá.

—¡Estoy bien! —gritaba justo antes de caer en el parterre de flores.

Sus maestros, sus amigos, e incluso el perro del granjero, tenían que repetirle todo dos veces.

—¿Por qué apurarme? —decía Gracie—. Los escucho... solo que no quiero parar todavía.

Una mañana, su mamá llamó desde el granero:

—¡Gracie, no te acerques al arroyo lodoso hoy! ¡Llovió toda la noche y está muy resbaloso!

—¡Está bien! —respondió Gracie sin mirar.

Pero en cuanto su mamá se dio la vuelta, Gracie trotó colina abajo.

—Solo echaré un vistazo —dijo, pasando una señal que decía “Prohibido el paso”.

Puso un pie en el borde lodoso—

¡CHAPUZÓN!

Gracie resbaló y cayó en un charco frío y pegajoso. El lodo la cubrió de las orejas a las pezuñas.

Intentó salir, pero la orilla estaba demasiado resbalosa.

—¡Ayuda! —gritó—. ¡Mamá! ¡Papá!

Pasó casi una hora antes de que sus padres la encontraran.

Empapada, fría y avergonzada, Gracie bajó la cabeza.

—Lo siento —dijo—. Debí haber escuchado.

Su mamá asintió.

—Escuchar a la primera no es solo por las reglas, es para mantenerte a salvo.

Su papá añadió con ternura:

—No te repetimos las cosas para molestarte... lo hacemos porque te amamos.

Gracie no dijo mucho el resto del día.

Pero pensaba... profundamente.

A la mañana siguiente, su hermanito Gabe corrió hacia la cerca.

—¡No toques eso! —dijo su papá—. ¡Lo acaban de pintar!

Gracie se adelantó.

—¡Gabe, no! ¡Escucha a la primera!

Gabe se detuvo con los ojos bien abiertos.

Más tarde, cuando su mamá dijo: “¡Hora de entrar, Gracie!”, ella volvió enseguida.

Cuando su maestra pidió: “Todos, siéntense en silencio”, Gracie fue la primera en sentarse.

Sus compañeros parpadearon sorprendidos.

—¿Qué le pasó a Gracie?

—Estoy aprendiendo a escuchar —dijo con una sonrisa—. Ahorra muchos problemas.

Esa tarde, el perro del granjero gritó:
—¡Todos adentro! ¡Viene una tormenta!

Algunas cabras se rieron y pusieron los ojos en blanco.

Gracie no. Tomó la pezuña de su hermanito y lo llevó adentro.

Momentos después, el cielo se oscureció y la lluvia cayó a cántaros.

Dentro del granero cálido, las otras cabras la miraban con admiración.

—Escuchaste a la primera —dijo una.

Gracie asintió.

—He aprendido que cuando alguien se preocupa lo suficiente por guiarte, lo mejor que puedes hacer... es obedecer con respeto.

Desde ese día, Gracie fue conocida no solo por sus grandes saltos, sino por su gran carácter.

Ya no necesitaba recordatorios. Escuchaba, respetaba y respondía a la primera—y la vida se volvió más tranquila, segura y feliz para todos a su alrededor.

Poema Final de la Historia:
Cuando alguien habla, no los hagas rogar,
A la primera basta con escuchar.
Obedece con amor, sin protestar—
El respeto empieza al valorar.

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