Gracie la Cabrita Aprende a Escuchar a la Primera
Por Bill Conley
Moral de la Historia:
Escuchar a la primera demuestra respeto hacia quienes se preocupan por nosotros
y tratan de ayudarnos. Cuando ignoramos las instrucciones o esperamos a que nos
lo digan dos veces, causamos frustración, demoras e incluso peligro. La obediencia
no se trata de control, sino de confianza, seguridad y amabilidad. Cuando
escuchamos, respetamos y respondemos a la primera, demostramos madurez,
crecemos en carácter y nos volvemos personas en quienes otros pueden confiar.
En las soleadas colinas de Arroyo
Trébol vivía una cabrita vivaz llamada Gracie.
Gracie tenía un rizo en la frente
entre sus cuernos, patas saltarinas que adoraban brincar y una naricita que
siempre se metía en problemas.
Era lista. Era fuerte. Era dulce.
Pero tenía un gran problema: no
escuchaba a la primera.
—¡Gracie, entra a cenar! —llamaba su
mamá.
—¡Ya voy! —respondía Gracie... diez
minutos después.
—¡Gracie, no saltes sobre esa cerca!
—advertía su papá.
—¡Estoy bien! —gritaba justo antes
de caer en el parterre de flores.
Sus maestros, sus amigos, e incluso
el perro del granjero, tenían que repetirle todo dos veces.
—¿Por qué apurarme? —decía Gracie—.
Los escucho... solo que no quiero parar todavía.
Una mañana, su mamá llamó desde el
granero:
—¡Gracie, no te acerques al arroyo
lodoso hoy! ¡Llovió toda la noche y está muy resbaloso!
—¡Está bien! —respondió Gracie sin
mirar.
Pero en cuanto su mamá se dio la
vuelta, Gracie trotó colina abajo.
—Solo echaré un vistazo —dijo,
pasando una señal que decía “Prohibido el paso”.
Puso un pie en el borde lodoso—
¡CHAPUZÓN!
Gracie resbaló y cayó en un charco
frío y pegajoso. El lodo la cubrió de las orejas a las pezuñas.
Intentó salir, pero la orilla estaba
demasiado resbalosa.
—¡Ayuda! —gritó—. ¡Mamá! ¡Papá!
Pasó casi una hora antes de que sus
padres la encontraran.
Empapada, fría y avergonzada, Gracie
bajó la cabeza.
—Lo siento —dijo—. Debí haber
escuchado.
Su mamá asintió.
—Escuchar a la primera no es solo
por las reglas, es para mantenerte a salvo.
Su papá añadió con ternura:
—No te repetimos las cosas para
molestarte... lo hacemos porque te amamos.
Gracie no dijo mucho el resto del
día.
Pero pensaba... profundamente.
A la mañana siguiente, su hermanito
Gabe corrió hacia la cerca.
—¡No toques eso! —dijo su papá—. ¡Lo
acaban de pintar!
Gracie se adelantó.
—¡Gabe, no! ¡Escucha a la primera!
Gabe se detuvo con los ojos bien
abiertos.
Más tarde, cuando su mamá dijo:
“¡Hora de entrar, Gracie!”, ella volvió enseguida.
Cuando su maestra pidió: “Todos,
siéntense en silencio”, Gracie fue la primera en sentarse.
Sus compañeros parpadearon
sorprendidos.
—¿Qué le pasó a Gracie?
—Estoy aprendiendo a escuchar —dijo
con una sonrisa—. Ahorra muchos problemas.
Esa tarde, el perro del granjero
gritó:
—¡Todos adentro! ¡Viene una tormenta!
Algunas cabras se rieron y pusieron
los ojos en blanco.
Gracie no. Tomó la pezuña de su
hermanito y lo llevó adentro.
Momentos después, el cielo se
oscureció y la lluvia cayó a cántaros.
Dentro del granero cálido, las otras
cabras la miraban con admiración.
—Escuchaste a la primera —dijo una.
Gracie asintió.
—He aprendido que cuando alguien se
preocupa lo suficiente por guiarte, lo mejor que puedes hacer... es obedecer
con respeto.
Desde ese día, Gracie fue conocida
no solo por sus grandes saltos, sino por su gran carácter.
Ya no necesitaba recordatorios.
Escuchaba, respetaba y respondía a la primera—y la vida se volvió más
tranquila, segura y feliz para todos a su alrededor.
Poema Final de la Historia:
Cuando alguien habla, no los hagas rogar,
A la primera basta con escuchar.
Obedece con amor, sin protestar—
El respeto empieza al valorar.
No comments:
Post a Comment